Capítulo (III):
~ Amigos

Reinas
Una tarde de principios de otoño dos mujeres del xxi compartían confidencias sentadas en un sofá. Aunque más adelante no recordaran el porqué, la más reservada de las dos cedió a la tentación de poner voz a un sentir acerca de los treinta años que duraba su matrimonio:
—Hace tiempo dejó de existir lo que me gustaba.
Tras unos breves instantes de quietud su amiga se agachó lentamente. Sacó, de la bandeja inferior de la mesita un pequeño tablero de ajedrez y apartando las dos tazas de café que reposaban arriba, empezó a disponer las piezas sobre el tablero.
—¿A qué viene esto ahora? Si ni siquiera sé jugar.
La anfitriona asentía al tiempo que explicaba los movimientos de peones, torres, alfiles, caballos y rey. Llegado el turno de la reina detuvo la mirada en el rostro apabullado de la otra mujer y le hizo una pregunta cargada de intención:
—¿Sabes por qué esta es la pieza más poderosa del tablero?
Sin concederle más tiempo que el necesario para decir sí o no, le contó que la reina es la única figura que puede moverse tantas casillas como se quiera, en la dirección que se quiera o incluso en la que más le guste a cada cual. Alentada por el brillo de esperanza que ya le iluminaba la mirada, le dijo además que cada mujer era portadora de esa majestad que le otorgaba el poder de decidir y disfrutar de su existencia.
Juntas, convinieron que ese poder bien podía llamarse dignidad y juntas —sabedoras de que así sería— acordaron que ella las acompañara a lo largo del resto de sus vidas.

© 2021 PALOMA BARCIA
© 2021 PALOMA BARCIA