Capítulo (III):
~ Amigos

Llamar a un notario
Posiblemente de la contemplación de la naturaleza resulten nuevas concepciones del buen vivir. Así, el lodo acumulado tras el paso de una corriente violenta revela a menudo las huellas frescas de un pasado reciente y nosotros, erguidos sobre ellas, podríamos abrir una ventana al futuro.
Podríamos también enfrentarnos a un enemigo áspero, difícil de abatir, y pintar después el horizonte de abrazos y rostros afables. Podríamos entonar odas al vivir o al beber e inundar calles y bares con la euforia de una fiesta patronal. Nos podríamos imaginar, estremecidos de gusto paladeando la victoria a pie de barra, en tanto los grifos de cerveza y vermú expulsaran litros de bebida que cubrirían los vasos con un fino velo blanco de frío efímero.
Qué sería del hechizo que abriga tal ilusión sin el hedor de un chiste rancio, o el restallar seco de una voz tronadora que lo rasgue groseramente y avive el deseo irrefrenable de conjurar de nuevo la magia :
—
¡Jod*r, es que ahora para foll*r va a hacer falta
llamar a un notario!
Afortunadamente, las voces de una conciencia que no calla nacen exigidas, inmunes al olvido o al desprecio, y brotan de las entrañas con la fuerza de un imperativo vital, con el ímpetu de una revolución, con el clamor de una convicción:
—
un deseo no es un derecho
—
la dignidad no se pide, se habita
—
no hay refrendo que iguale al consentimiento.
Es necesario que de la contemplación de la naturaleza humana resulte el empeño de abrir la ventana a un mundo mejor

© 2021 PALOMA BARCIA
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