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Capítulo (XXI):
~ Manifiesto


A lo largo de los sucesivos capítulos de nuestra historia, el pensamiento, el arte y la cultura se han erigido en la mayor amenaza para las tiranías y toda clase de movimientos intolerantes. La consecuencia —aún hoy en día— es que la intransigencia y el sectarismo han obstruido sistemáticamente el ejercicio de estas disciplinas.

Como ya hicieran los monstruos que imaginamos en la infancia, la indiscutible fuerza transformadora de todo proceso creativo despierta un miedo irracional que bloquea cualquier intento de alumbrar algo nuevo. Afortunadamente, casi siempre fuimos capaces de deshacernos de aquellos monstruos gracias a un hábito catártico que necesitamos recuperar: el juego.

Juguemos ahora, para comprender cuán significativo es su alcance. Abracemos a la memoria y que sea la etimología la que nos recuerde el origen de la palabra jugar: dice la etimología que la palabra jugar se formó a partir del latín iocari que significa

hacer algo con alegría.


Toda memoria encontrará sentido en este hallazgo. La actividad lúdica siempre rebosó de una alegría serena que cambia la manera de ver el mundo, conformando pensamientos nuevos y una nueva percepción de la realidad. Es así como el paisaje alrededor —aunque igual en apariencia— queda transformado toda vez que nos entregamos al

juego de pensar.


Hay un vínculo estrecho que quiero en este punto destacar, para seguir ahondando en la materia; se trata de aquel que tiene lugar entre el juego de pensar y el uso de la palabra. Porque fueron las palabras las que siempre dieron voz y estructura a los pensamientos; son ellas y sus infinitas combinaciones las que nos involucran en conversaciones o en soliloquios con los que manifestamos qué relación mantenemos con el mundo. Cada palabra articulada o sentida representa un estímulo para abandonar el miedo a expresar, a abrir la mente a nuevas ideas y a proporcionar una cálida acogida a las diversas formas de interpretar la experiencia de vivir.

Pensar es un acto de creación,


como el arte y el juego invita a evolucionar, a cambiar estructuras, hábitos o costumbres. Pero es también un acto de conservación, un ejercicio de memoria que entraña criterio para conservar lo que sirve, transformar lo que es mejorable y cambiar lo que no funciona con el objetivo de alcanzar un mayor bienestar. El pensamiento expande, hasta límites insospechados, el campo de oportunidades que nos brinda el mero hecho de existir.

A diferencia de la cultura de consumo de masas y la industria del ocio reglado, el arte y el pensamiento resuelven el profundo desequilibrio entre espacios y tiempos de la sociedad actual. Frente a la rutina de correr mucho, vivir deprisa y cansados, usar y tirar, y el culto al exceso y a la apariencia,

el juego de pensar constituye una propuesta optimista y sosegada


para recuperar la voluntad.




Quiero, finalmente, destacar la presencia de la dupla arte—pensamiento en esta web. Cuenta con un juego de dualidades que, conversando en cada uno de sus capítulos, sostienen el argumento de las diferentes actividades con las que se irá encontrando. Apreciará en ellas el común propósito de mantener

un compromiso firme con el tiempo que nos ha tocado vivir,


el capítulo xxi de nuestra historia común.

La traducción artística ha estado en las manos de Diego Lara —amigo de alma— quien ha sabido interpretar prodigiosamente el anhelo que inspira cada línea de este proyecto, que no es otro que el ánimo de contagiar la alegría del juego

al apasionante arte de pensar.